Érase una vez una sirena llamada Marina que vivía en el fondo del mar con su familia y sus amigos. Marina era muy curiosa y le gustaba explorar el mundo submarino, pero su padre, el rey Tritón, le prohibía alejarse demasiado del palacio.
Un día, Marina se encontró con un delfín herido que se había quedado atrapado en una red de pescadores. La sirena se acercó con cuidado y le dijo:
– Hola, ¿cómo te llamas? Yo soy Marina y soy una sirena. No tengas miedo, voy a ayudarte a salir de ahí.
– Hola, Marina. Yo me llamo Delfi y soy un delfín. Muchas gracias por tu ayuda, eres muy amable.
Marina cortó la red con su cuchillo de concha y liberó a Delfi. El delfín se sintió aliviado y le dijo:
– Eres muy valiente, Marina. ¿Quieres ser mi amiga?
– Claro que sí, Delfi. Me encantaría ser tu amiga. ¿De dónde vienes?
– Yo vengo de un lugar muy lejano, donde hay muchos otros delfines como yo. Es un lugar muy bonito y divertido, donde podemos saltar y jugar en el agua.
– ¡Qué maravilla! Me gustaría conocer ese lugar algún día.
– ¿Por qué no vienes conmigo? Podríamos ir juntos y te presentaría a mis amigos.
– Me encantaría, pero mi padre no me deja salir del palacio. Dice que es muy peligroso para una sirena como yo.
– Vamos, Marina. No le digas nada a tu padre. Será nuestro secreto. Además, no pasará nada malo. Yo te protegeré.
Marina se sintió tentada por la propuesta de Delfi. Le gustaba mucho la idea de vivir una aventura con su nuevo amigo y conocer un mundo nuevo. Así que decidió aceptar y seguir a Delfi.
Los dos amigos nadaron juntos por el océano, admirando las maravillas que les ofrecía la naturaleza. Vieron peces de colores, corales, algas, estrellas de mar y otras criaturas marinas. Marina se sentía feliz y libre.
Después de un rato, llegaron a la superficie del agua y vieron el cielo azul y el sol brillante. Delfi le dijo a Marina:
– Mira, Marina. Este es el cielo. Es donde viven las aves y las nubes.
– ¡Qué hermoso! Nunca había visto algo así.
– ¿Y ves eso? – señaló Delfi con su aleta – Eso es una isla. Es donde viven los humanos.
– ¿Los humanos? ¿Qué son los humanos?
– Los humanos son unos seres muy extraños que caminan sobre dos piernas y usan ropa. Algunos son buenos y otros son malos. Los malos son los que nos cazan y nos hacen daño.
– ¡Qué horror! ¿Y por qué nos hacen eso?
– No lo sé, Marina. Supongo que no nos entienden ni nos respetan.
– Pues yo creo que deberíamos intentar llevarnos bien con ellos. Tal vez si les hablamos y les mostramos nuestra amistad, ellos cambiarían de actitud.
– No lo creo, Marina. Los humanos son muy diferentes a nosotros. No podemos confiar en ellos.
Marina se quedó pensativa. Ella tenía una visión más optimista de los humanos y quería conocerlos mejor. Pero también confiaba en Delfi y respetaba su opinión.
De repente, los dos amigos oyeron un ruido fuerte y vieron un barco acercarse a la isla. Era un barco de pescadores que venía a capturar peces y otras especies marinas.
Delfi se asustó y le dijo a Marina:
– ¡Rápido, Marina! Tenemos que escondernos. Esos son los pescadores malos que te he contado. Si nos ven, nos atraparán y nos harán daño.
Marina se asustó también y siguió a Delfi hasta un lugar seguro debajo del agua. Allí esperaron a que el barco se fuera.
Pero el barco no se fue. Los pescadores lanzaron sus redes al agua y empezaron a recoger todo lo que podían. Entre las cosas que capturaron, estaba Marina.
La sirena se sintió atrapada y asfixiada. Intentó liberarse, pero la red era muy fuerte. Gritó pidiendo ayuda, pero nadie la oyó.
Delfi vio lo que pasaba y se sintió culpable por haber llevado a Marina a ese lugar. Quería salvarla, pero no sabía cómo. Se acercó al barco y vio a los pescadores celebrando su captura.
Uno de ellos dijo:
– ¡Mira lo que hemos pescado! ¡Una sirena! ¡Qué suerte! Podremos venderla por mucho dinero.
– Sí, es una sirena preciosa. Tiene el pelo rojo y la cola verde. Nunca había visto una así.
– ¿Qué le haremos? ¿La llevaremos al circo? ¿Al museo? ¿Al mercado negro?
– No lo sé. Lo que sí sé es que tenemos que tener cuidado de que no se escape. Vamos a atarla bien y a meterla en una jaula.
Los pescadores cogieron a Marina y la sacaron del agua. La ataron con cuerdas y la metieron en una jaula de metal. La sirena se sintió más atrapada y asfixiada que nunca. Lloró y suplicó:
– Por favor, déjenme ir. No me hagan daño. Yo solo quiero volver al mar con mi familia y mis amigos.
– Cállate, sirena. No te vamos a soltar. Eres nuestra prisionera y vas a hacer lo que nosotros digamos.
Los pescadores se rieron de ella y la ignoraron. Luego, pusieron la jaula en el barco y se prepararon para zarpar.
Delfi vio todo esto con impotencia y rabia. No podía permitir que se llevaran a su amiga. Tenía que hacer algo.
Así que reunió a todos los delfines que pudo encontrar y les contó lo que pasaba. Les pidió que le ayudaran a rescatar a Marina.
Los delfines aceptaron y siguieron a Delfi hasta el barco. Allí, empezaron a saltar y a hacer ruido para llamar la atención de los pescadores.
Los pescadores se sorprendieron al ver tantos delfines alrededor de su barco. Pensaron que era una buena oportunidad para capturar más peces.
Así que lanzaron sus redes al agua otra vez, esperando atrapar a los delfines.
Pero los delfines eran muy listos y esquivaron las redes. Mientras tanto, Delfi aprovechó el momento para acercarse a la jaula donde estaba Marina.
La sirena vio a su amigo y se alegró. Le dijo:
– Delfi, has venido a salvarme. Eres el mejor amigo del mundo.
– Marina, no te preocupes. Voy a sacarte de aquí. Confía en mí.
Delfi mordió las cuerdas que ataban la jaula y las rompió. Luego, empujó la jaula al agua y la abrió con su nariz.
Marina salió de la jaula y se abrazó a Delfi. Le dijo:
– Gracias, Delfi. Me has salvado la vida. Te quiero mucho.
– De nada, Marina. Yo también te quiero mucho.
Los dos amigos nadaron juntos hasta alejarse del barco. Los otros delfines los siguieron y los protegieron.
Los pescadores se dieron cuenta de lo que había pasado y se enfadaron mucho. Intentaron perseguirlos, pero era demasiado tarde.
Los delfines eran más rápidos y ágiles que ellos. Además, contaban con la ayuda de otros animales marinos que habían visto lo que habían hecho los pescadores y querían castigarlos.
Así que los animales marinos rodearon el barco y empezaron a atacarlo con sus dientes, sus pinzas, sus espinas y sus tentáculos.
El barco se llenó de agujeros y empezó a hundirse. Los pescadores tuvieron que saltar al agua y nadar hasta la isla más cercana.
Allí se quedaron varados, sin comida ni agua ni refugio. Mientras tanto, Marina y Delfi llegaron al lugar donde vivían los delfines. Era un arrecife de coral lleno de vida y color.
Los delfines recibieron a Marina con alegría y la invitaron a quedarse con ellos. Le dijeron que era una sirena muy especial y que la admiraban por su bondad y su valentía.
Marina se sintió muy agradecida y feliz. Se hizo amiga de todos los delfines y disfrutó de su compañía.
Pero también echaba de menos a su familia y a sus amigos del palacio. Se preguntaba si estarían preocupados por ella y si la estarían buscando.
Así que le dijo a Delfi:
– Delfi, me encanta estar aquí contigo y con tus amigos. Sois unos delfines maravillosos y me habéis tratado muy bien. Pero creo que es hora de volver a casa. Mi padre debe estar muy enfadado conmigo y mi madre debe estar muy triste. Quiero pedirles perdón y decirles que estoy bien.
– Lo entiendo, Marina. Sé que quieres volver a tu hogar. Yo también te echaré de menos, pero no quiero que estés triste. Te acompañaré hasta el palacio y me aseguraré de que llegues sana y salva.
– Gracias, Delfi. Eres un amigo de verdad.
Los dos amigos se despidieron de los otros delfines y les agradecieron su ayuda. Luego, emprendieron el camino de regreso al palacio.
Por el camino, se encontraron con muchas sorpresas. Vieron una ballena gigante que les saludó con un chorro de agua, un pulpo que les hizo reír con sus bromas, una tortuga que les contó historias antiguas y un pez payaso que les hizo un truco de magia.
Marina se divirtió mucho y aprendió muchas cosas nuevas. Se dio cuenta de que el mar era un lugar maravilloso y lleno de misterios.
Finalmente, llegaron al palacio. Allí les esperaba el rey Tritón, que estaba muy enfadado con Marina.
El rey le dijo:
– ¡Marina! ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Sabes lo preocupados que hemos estado por ti? ¿Sabes el peligro que has corrido? ¿Cómo se te ocurre escaparte del palacio sin permiso?
Marina se asustó al ver la cara de su padre. Se arrodilló ante él y le dijo:
– Perdóneme, padre. Sé que he hecho mal y que le he desobedecido. Pero solo quería conocer el mundo y vivir una aventura. No quería causarle ningún problema ni hacerle ningún daño.
– No me vengas con excusas, Marina. Has sido muy irresponsable e imprudente. Podrías haber muerto o haber caído en manos de los humanos malvados. No sabes lo que te has jugado.
– Lo sé, padre. Y lo siento mucho. Pero también he conocido cosas maravillosas y he hecho un gran amigo. Él es Delfi, el delfín que me salvó la vida.
Marina señaló a Delfi, que estaba detrás de ella. El rey miró al delfín con curiosidad y le dijo:
– ¿Así que tú eres el delfín que ha estado con mi hija? ¿Qué tienes que decir?
Delfi se acercó al rey y le dijo:
– Su majestad, yo soy Delfi, el delfín. Soy amigo de Marina y la quiero mucho. Ella es una sirena increíble y me ha enseñado muchas cosas. Yo fui el que la llevé a conocer el cielo, la isla y los humanos. Fue culpa mía que nos encontráramos con los pescadores malos y que la capturaran. Pero también fui yo quien la rescató con la ayuda de mis amigos los delfines. Le pido perdón por haberla puesto en peligro, pero le aseguro que nunca quise hacerle daño.
El rey escuchó las palabras de Delfi y se quedó pensativo. Luego, le dijo:
– Delfi, eres un delfín muy valiente y honesto. Has arriesgado tu vida por salvar a mi hija y has reconocido tu error. Te agradezco que hayas cuidado de ella y que hayas sido su amigo. Has demostrado que eres digno de confianza y de respeto.
El rey se acercó a Delfi y le dio un abrazo. Luego, se dirigió a Marina y le dijo:
– Marina, eres mi hija y te quiero más que a nada en el mundo. Pero también eres una sirena adulta y tienes derecho a elegir tu propio camino. No puedo prohibirte que salgas del palacio ni que conozcas el mundo. Solo puedo pedirte que seas cuidadosa y que me avises antes de irte. Y que no olvides que siempre tendrás un hogar y una familia que te espera.
Marina se emocionó al oír las palabras de su padre. Se levantó y le dio un beso. Le dijo:
– Gracias, padre. Eres el mejor rey y el mejor padre del mundo. Te prometo que seré más cuidadosa y que te avisaré antes de irme. Y que nunca olvidaré que te quiero mucho.
El rey sonrió y abrazó a su hija. Luego, invitó a Delfi a entrar al palacio y a conocer al resto de la familia.
Así fue como Marina y Delfi se convirtieron en los mejores amigos del mundo. Y así fue como Marina aprendió a valorar su hogar y su familia, pero también a disfrutar de su libertad y de sus aventuras.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. 🐬🧜♀️🌊